Fotografía, filosofía y silencio: entrevista publicada en DESPUNTE
Una conversación en torno a mi proyecto en PHotoESPAÑA 2025: fotografía, percepción y silencio como forma de pensamiento.
Hoy quiero compartir con vosotros una entrevista publicada en la revista Despunte bajo el título “Pensar en imágenes, habitar el silencio”. Fue una experiencia especial, porque no se trató de responder un cuestionario rutinario, sino de abrir un diálogo sobre aquello que me mueve en la fotografía: la percepción como forma de creación, la vibración del color, la presencia del silencio y ese horizonte interno que se expande entre lo vivido y lo imaginado.
La conversación gira en torno a mi exposición del proyecto Percepción y abstracciones de un horizonte interno, que forma parte del festival PHotoESPAÑA 2025. Una serie de treinta imágenes donde el barrido y la larga exposición me han permitido explorar el tiempo como materia sensible, la disolución de las formas y la memoria que habita en lo perceptivo.
Gustavo López, autor de la entrevista, supo recoger con sensibilidad mi forma de entender la práctica fotográfica: no sólo como un mero registro visual, sino también, como un territorio donde cuerpo, memoria y filosofía se entrelazan. Al hilo de sus preguntas tuve ocasión de hablar de Merleau-Ponty y Husserl, de la influencia de Rothko, del misterio de los umbrales y de cómo la intuición y la teoría se acompañan sin anularse.
Publicar aquí esta conversación es una manera de prolongarla con vosotros. Espero que al leerla encontréis, además de respuestas, cuestiones que os inviten a deteneros un momento en medio del ruido, para habitar ese silencio fértil que mi fotografía busca despertar.
Chus Recio: pensar en imágenes, habitar el silencio
Por GUSTAVO LÓPEZ
En el trabajo de Chus Recio, la imagen se convierte en una forma de pensamiento. Su aproximación a la fotografía desborda lo meramente visual para adentrarse en territorios donde percepción, cuerpo y memoria se entrelazan. Invitada a participar en PHotoEspaña, Recio presenta un proyecto que explora la temporalidad, la vibración del color y la resonancia emocional del silencio. A través de técnicas como el barrido y la larga exposición, sus fotografías se abren como umbrales a una experiencia contemplativa que interpela al espectador desde lo sensorial y lo filosófico. Conversamos con ella sobre sus influencias, su proceso y esa constelación de imágenes que buscan expandir, más que delimitar, el horizonte de lo visible.
G.L: En tu obra afirmas que percibir no es un acto pasivo, sino una forma activa de creación. ¿Cómo se encarna esta idea en tu uso de técnicas como el barrido o la larga exposición, que permiten capturar no solo la imagen, sino también el tiempo y el movimiento?
C.R: La percepción es una danza. No se trata de recibir el mundo tal cual es, sino de construirlo a cada instante con la mirada, el cuerpo, la memoria. Por eso, para mí, la fotografía no puede limitarse a fijar una imagen estática del mundo. Técnicas como el barrido o la larga exposición me permiten introducir el tiempo como materia sensible, como rastro. Me interesa registrar no tanto el contorno de las cosas, como su vibración. Esas imágenes, donde la forma se disuelve, evocan el carácter efímero de lo perceptivo, su cualidad siempre inestable. En lugar de congelar el instante, lo dejo respirar. Y ahí es donde la percepción se vuelve creación.
G.L : Tus imágenes dialogan con la fenomenología, especialmente con el pensamiento de Merleau-Ponty y Husserl. ¿De qué manera estas reflexiones filosóficas han influido en tu forma de concebir la relación entre cuerpo, mente y percepción dentro del proceso fotográfico?
C.R: La fenomenología me enseñó a desconfiar de la idea de una realidad objetiva separada del sujeto que la contempla. Merleau-Ponty, en particular, me mostró que la percepción es una
extensión del cuerpo, una forma de estar en el mundo que es sensorial, emocional y reflexiva al mismo tiempo. No hay mente sin cuerpo, ni imagen sin encarnación. En mi proceso fotográfico intento habitar ese lugar intermedio: ni concepto puro, ni impulso instintivo. Cuando fotografío, no busco representar una escena, sino encarnar una experiencia. Las imágenes surgen de ese entrelazamiento entre lo que veo y lo que soy al mirar. Son, en ese sentido, percepciones encarnadas.
G.L : Has mencionado la influencia de la poética del color de Rothko en tu proyecto. ¿Cómo trabajas el color para que funcione no solo como una cualidad estética, sino como una experiencia emocional y casi espiritual para quien se enfrenta a tus imágenes?
C.R: Rothko decía que lo importante no es lo que ves, sino lo que sientes frente a lo que ves. Y eso me conmueve profundamente. El color, para mí, en este proyecto no es decoración ni código simbólico; es atmósfera, es aliento. He trabajado con él de forma intuitiva, buscando que cada imagen emane un estado afectivo, casi una temperatura emocional. Hay colores que acogen y otros que resisten, colores que despiertan memoria, y otros que abren grietas. En la serie, cada composición cromática está pensada para generar una resonancia interior: no busco que sea entendida; quiero que sea habitada. El color, en este proyecto, es una vía hacia lo sagrado de lo cotidiano, una forma de tocar lo intangible.
G.L : Defiendes que el “horizonte interno” es un límite invisible entre lo vivido y lo imaginado. ¿Qué estrategias visuales empleas para aludir a esa frontera sin caer en una representación literal, manteniendo su ambigüedad y potencia evocadora?
Me interesa mantener el misterio. Si el horizonte interno fuera fácilmente representable, dejaría de ser horizonte. Por eso elijo imágenes que sugieren, que convocan. En este proyecto trabajo con el desenfoque, con las formas desdibujadas, con composiciones que dejan zonas de vacío o de transición. Busco imágenes que funcionen como umbrales: lugares donde la mirada se detenga y se pregunte. La ambigüedad se convierte en una herramienta para abrir múltiples significados. Porque lo importante no es lo que la imagen dice, sino lo que despierta.
G.L : En tu proceso creativo, ¿cómo negocias el equilibrio entre la intuición y la reflexión teórica? ¿De qué modo consigues que tus imágenes conserven esa cualidad de “eco” y “textura” que invita a una contemplación prolongada?
Mi proceso nace siempre del cuerpo: de una emoción, de un estremecimiento, de algo que me roza. La intuición es el punto de partida. Pero con el tiempo, esas intuiciones comienzan a atraer ideas, lecturas, preguntas más abstractas. Nunca fotografío para demostrar una tesis, pero la filosofía me ayuda a entender lo que hago, a afinar la escucha. Lo que intento es que esa reflexión no ahogue la respiración de las imágenes. Que haya un pensamiento que, en lugar de imponerse, acompañe. La idea del eco y la textura viene, creo, de esa voluntad de dejar espacio. De no saturar. De que la imagen no se cierre sobre sí misma, que rehúya el encierro y conserve su vibración latente
G.L : El proyecto se articula como una “constelación en expansión” compuesta por treinta imágenes. ¿Qué tipo de experiencia buscas provocar en el espectador? ¿Te interesa que cada fragmento se contemple como una unidad autónoma o como parte de un conjunto abierto y en transformación?
Ambas cosas. Cada imagen tiene su voz propia, pero juntas generan una polifonía. No me interesa una narrativa lineal, sino una constelación de intensidades, de momentos. El orden no es jerárquico ni fijo; puede transformarse, reconfigurarse. Quiero que el espectador se mueva entre las imágenes como quien recorre un paisaje interior: sin mapa, pero con una brújula sensible. Que pueda detenerse en una sola obra o dejarse atravesar por el conjunto.
Que lo que encuentre desborde el mensaje y se convierta en experiencia.
G.L : El silencio y la pausa parecen desempeñar un papel esencial en tu obra. ¿Cómo los integras en la composición visual para que el tiempo vivido, y esa vibración interna de lo perceptivo, se hagan tangibles ante quien mira?
El silencio no es ausencia de sonido, es presencia de escucha. Comienza cuando la escucha se hace presente. Lo mismo ocurre con la imagen: hay silencios visuales que nos interpelan con más fuerza que cualquier gesto explícito. Intento que mis composiciones respiren. Que no lo llenen todo. Dejo espacios de suspensión, zonas donde la mirada no se ancle. El barrido ayuda mucho a crear esa sensación de tiempo alargado, de vibración sutil.
Pero también lo hacen el ritmo, la repetición, las transiciones suaves. El silencio, en mis fotografías, es una invitación: no a ver, sino a permanecer. A dejar que algo nos alcance por su presencia y no por su impacto.
Frente a la obra de Chus Recio no se trata de entender, sino de detenerse y sentir. Sus imágenes no explican, resuenan. En ellas, el tiempo no avanza: se despliega. Como una respiración lenta, cada fotografía invita a habitar la mirada desde la presencia y el recogimiento. En un mundo saturado de estímulos, su propuesta se erige como un espacio de pausa, una forma de resistencia poética donde ver es, también, una forma de estar.
Si quieres saber más sobre mí: www.chusrecio.com





