Absolutamente demoledor leer tanta verdad en tu texto, de principio a fin. No hay entrega en las relaciones y se empiezan queriendo ver si ‘quedan bien’ en la foto, si encajan en lo que uno quiere mostrar de uno mismo. Hay un filtro permanente y en cuanto no encaja en el patrón esperado se marcha uno a buscar otra cosa - porque nos repiten hasta la saciedad que todo es posible y que si quieres puedes. Y no hay nada más erróneo, querer algo no te da derecho a obtenerlo y mucho menos te lo garantiza. Poco queda del amor romántico en esta sociedad en la que vivimos. Pero yo no desespero y sigo creyendo y practicando el amor cada día, desde lo más pequeño a lo más grande. El amor de verdad, ese que se llama incondicional. Gracias por tus escritos.
Qué necesario es, a veces, sentir que lo que se escribe no cae en el vacío, sino que despierta pensamientos honestos y valientes como el tuyo.
Sí, esa lógica del “encajar” antes que del encontrarse ha calado hondo: más que buscar al otro, parece que se busca una proyección ideal, un complemento estético, un reflejo que no incomode. Como bien dices, hay filtros incluso en la forma de sentir. Y detrás de esa promesa de que “todo es posible”, se esconde una trampa: la de vivir las relaciones como consumo, y no como entrega.
Me conmueve que, aun así, tú sigas creyendo y practicando el amor incondicional. Porque si algo queda en pie frente a tanto ruido, es ese gesto firme de quien elige amar como presencia.
Gracias a ti por leer, por escribir y por no rendirte.
Preciosa reflexión, muy acertada y con cada palabra en su lugar. Yo insistiría en que las relaciones actuales, más que "líquidas", me parecen "tibias". Nos protegemos demasiado, no queremos implicarnos, queremos darnos un baño rápido en el mar pero sin riesgo de hipotermia, evitando que nos guste demasiado. Quizás el mundo moderno esté regido por los psicólogos, que tienen las cosas muy claras. El amor romántico es dañino. Evita sufrir. Las dependencias son malas.
Pero ¿quién dicta estas leyes? ¿Por qué la pasión que te quema por dentro, tantos siglos cantada por poetas, ya "no se lleva"? Cada vez nos hacemos más prudentes, más tibios y... menos vivos.
Coincido en esa sensación de que lo "líquido", al menos en el plano afectivo, se ha vuelto tibieza. Ya no fluye, apenas humedece. Nos acercamos al otro con impermeables emocionales, dosificando el deseo, racionando el entusiasmo, amortiguando incluso el impulso de entregarse. Como si amar —en cualquiera de sus formas— fuera hoy una temeridad que conviene evitar.
Es inquietante esa deriva hacia la profilaxis del alma, hacia una existencia emocionalmente estéril pero segura. Y sí, quizá haya algo de eso: una "psicologización" de la vida que convierte el sufrimiento en disfunción, el apego en patología, la pasión en un error de cálculo. Pero ¿cómo vivir sin temblor, sin la incertidumbre incandescente de lo que nos supera? ¿Qué nos queda si renunciamos al vértigo que nos hace humanos?
No hay vida sin riesgo. Y quizá no haya verdadero encuentro sin esa disposición —aunque sea temblorosa— a ser herido, a ser transformado, a gustar demasiado del otro.
Absolutamente demoledor leer tanta verdad en tu texto, de principio a fin. No hay entrega en las relaciones y se empiezan queriendo ver si ‘quedan bien’ en la foto, si encajan en lo que uno quiere mostrar de uno mismo. Hay un filtro permanente y en cuanto no encaja en el patrón esperado se marcha uno a buscar otra cosa - porque nos repiten hasta la saciedad que todo es posible y que si quieres puedes. Y no hay nada más erróneo, querer algo no te da derecho a obtenerlo y mucho menos te lo garantiza. Poco queda del amor romántico en esta sociedad en la que vivimos. Pero yo no desespero y sigo creyendo y practicando el amor cada día, desde lo más pequeño a lo más grande. El amor de verdad, ese que se llama incondicional. Gracias por tus escritos.
Qué necesario es, a veces, sentir que lo que se escribe no cae en el vacío, sino que despierta pensamientos honestos y valientes como el tuyo.
Sí, esa lógica del “encajar” antes que del encontrarse ha calado hondo: más que buscar al otro, parece que se busca una proyección ideal, un complemento estético, un reflejo que no incomode. Como bien dices, hay filtros incluso en la forma de sentir. Y detrás de esa promesa de que “todo es posible”, se esconde una trampa: la de vivir las relaciones como consumo, y no como entrega.
Me conmueve que, aun así, tú sigas creyendo y practicando el amor incondicional. Porque si algo queda en pie frente a tanto ruido, es ese gesto firme de quien elige amar como presencia.
Gracias a ti por leer, por escribir y por no rendirte.
Preciosa reflexión, muy acertada y con cada palabra en su lugar. Yo insistiría en que las relaciones actuales, más que "líquidas", me parecen "tibias". Nos protegemos demasiado, no queremos implicarnos, queremos darnos un baño rápido en el mar pero sin riesgo de hipotermia, evitando que nos guste demasiado. Quizás el mundo moderno esté regido por los psicólogos, que tienen las cosas muy claras. El amor romántico es dañino. Evita sufrir. Las dependencias son malas.
Pero ¿quién dicta estas leyes? ¿Por qué la pasión que te quema por dentro, tantos siglos cantada por poetas, ya "no se lleva"? Cada vez nos hacemos más prudentes, más tibios y... menos vivos.
Jorge, muchas gracias por tus palabras.
Coincido en esa sensación de que lo "líquido", al menos en el plano afectivo, se ha vuelto tibieza. Ya no fluye, apenas humedece. Nos acercamos al otro con impermeables emocionales, dosificando el deseo, racionando el entusiasmo, amortiguando incluso el impulso de entregarse. Como si amar —en cualquiera de sus formas— fuera hoy una temeridad que conviene evitar.
Es inquietante esa deriva hacia la profilaxis del alma, hacia una existencia emocionalmente estéril pero segura. Y sí, quizá haya algo de eso: una "psicologización" de la vida que convierte el sufrimiento en disfunción, el apego en patología, la pasión en un error de cálculo. Pero ¿cómo vivir sin temblor, sin la incertidumbre incandescente de lo que nos supera? ¿Qué nos queda si renunciamos al vértigo que nos hace humanos?
No hay vida sin riesgo. Y quizá no haya verdadero encuentro sin esa disposición —aunque sea temblorosa— a ser herido, a ser transformado, a gustar demasiado del otro.
Gracias por recordarlo tan bellamente.