Cuando la lógica del beneficio secuestra incluso lo íntimo. En una cultura que transforma cada vínculo en transacción, incluso el alma parece tener precio.
Yo, como casi siempre, estoy en el equipo de Camus.
Gracias a un trabajo que tuve, en el que estuve muchos años viajando y compartiendo cenas con gente con la que coincidía durante un tiempo indeterminado, aprendí a disfrutar de la compañía, la conversación y de las distintas formas de ver el mundo. Lo importante es lo que la relación te aporta en cada momento, pero considero irrelevante pensar en lo que pueda deparar el futuro o si «merecerá la pena». Lo único que es una auténtica pérdida de tiempo es supeditar el presente (cierto) ante las expectativas de un futuro (incierto).
Muchas gracias por tu lectura y por compartir tu experiencia. Qué valioso lo que dices: aprender a estar, simplemente estar, sin pedirle al encuentro que se justifique. Creo que eso —como señalas— es, además de una forma de libertad, una manera de resistencia. Resistencia a la ansiedad del rendimiento, a la promesa del futuro como única medida de valor.
Camus diría que ahí, en la conciencia de lo absurdo y en la elección de estar presentes sin garantías, es donde empieza la verdadera ética. Me alegra saber que no estoy sola en esta inquietud.
La lógica capitalista colonizando nuestro mundo íntimo. La mercantilización del afecto como una serie de transacciones, algunas útiles y otras, como dices, una pérdida de tiempo. Perseguimos la eficiencia incluso en lo emocional.
Gracias por resumir con tanta claridad el núcleo del texto: esa colonización silenciosa del mundo íntimo por parte de la lógica capitalista. La mercantilización del afecto —como bien dices— nos hace perseguir eficiencia incluso en lo emocional, como si todo vínculo tuviera que justificar su existencia.
Me inquieta especialmente cómo esta mirada se ha naturalizado, cómo apenas la cuestionamos ya. Y sin embargo, algo en nosotros —quizás la memoria de lo gratuito, del don— sigue resistiéndose. Nombrarlo, como tú has hecho, es ya un gesto de resistencia.
A ti, Chus. Si puedes, coloca la url de tu artículo (con algunas palabras sobre el mismo) en la zona de comentarios de esta edición del Diario, para que puedan mencionarlo el miércoles o jueves, por favor:
Qué real cada palabra. Últimamente nos encontramos con esta tendencia a instrumentalizar nuestras experiencias personales y emociones bajo la lógica del cuánto puede redituarnos y qué tan rentable resulta. Como si cada relación pudiera analizarse bajo un riguroso escrutinio cuantitativo.
Yo, como casi siempre, estoy en el equipo de Camus.
Gracias a un trabajo que tuve, en el que estuve muchos años viajando y compartiendo cenas con gente con la que coincidía durante un tiempo indeterminado, aprendí a disfrutar de la compañía, la conversación y de las distintas formas de ver el mundo. Lo importante es lo que la relación te aporta en cada momento, pero considero irrelevante pensar en lo que pueda deparar el futuro o si «merecerá la pena». Lo único que es una auténtica pérdida de tiempo es supeditar el presente (cierto) ante las expectativas de un futuro (incierto).
Gran reflexión, y gracias por compartirla.
Muchas gracias por tu lectura y por compartir tu experiencia. Qué valioso lo que dices: aprender a estar, simplemente estar, sin pedirle al encuentro que se justifique. Creo que eso —como señalas— es, además de una forma de libertad, una manera de resistencia. Resistencia a la ansiedad del rendimiento, a la promesa del futuro como única medida de valor.
Camus diría que ahí, en la conciencia de lo absurdo y en la elección de estar presentes sin garantías, es donde empieza la verdadera ética. Me alegra saber que no estoy sola en esta inquietud.
Gracias tu aportación, Miguel.
La lógica capitalista colonizando nuestro mundo íntimo. La mercantilización del afecto como una serie de transacciones, algunas útiles y otras, como dices, una pérdida de tiempo. Perseguimos la eficiencia incluso en lo emocional.
Gracias por resumir con tanta claridad el núcleo del texto: esa colonización silenciosa del mundo íntimo por parte de la lógica capitalista. La mercantilización del afecto —como bien dices— nos hace perseguir eficiencia incluso en lo emocional, como si todo vínculo tuviera que justificar su existencia.
Me inquieta especialmente cómo esta mirada se ha naturalizado, cómo apenas la cuestionamos ya. Y sin embargo, algo en nosotros —quizás la memoria de lo gratuito, del don— sigue resistiéndose. Nombrarlo, como tú has hecho, es ya un gesto de resistencia.
Gracias por compartir tu reflexión.
Muy interesante 😃. Lo incluimos en el diario 📰 de Substack en español?
Por supuesto, David!!!!, muchas gracias!
A ti, Chus. Si puedes, coloca la url de tu artículo (con algunas palabras sobre el mismo) en la zona de comentarios de esta edición del Diario, para que puedan mencionarlo el miércoles o jueves, por favor:
https://columnas.substack.com/p/se-deben-evitar-los-articulos-parcialeso
¡¡¡¡¡Hecho!!!!!, ¡gracias, David!
Qué real cada palabra. Últimamente nos encontramos con esta tendencia a instrumentalizar nuestras experiencias personales y emociones bajo la lógica del cuánto puede redituarnos y qué tan rentable resulta. Como si cada relación pudiera analizarse bajo un riguroso escrutinio cuantitativo.