Una reflexión sobre la paradoja de nuestra empatía: por qué sentimos más ante el dolor visible y heroico que ante el sufrimiento cotidiano, callado e invisible.
Rosa, muchísimas gracias por tu lectura atenta y por tu comentario, que me parece luminoso y evocador.
La distinción que planteas entre compasión y misericordia abre una interesante senda de pensamiento: la compasión, como dices, nace como respuesta —un estremecimiento ante el dolor ajeno, una vibración inmediata del alma—, mientras que la misericordia, en su dimensión más profunda, se revela como un estado del ser, una disposición íntima que no necesita del acontecimiento para existir, porque se ha instalado en la raíz misma de la mirada hacia el mundo.
En mi texto quise ahondar en cómo a veces la reacción compasiva se despierta ante lo concreto y próximo, pero no logra cuajar en esa misericordia —si puedo tomar tu palabra— que sería un amor silencioso y continuo hacia toda fragilidad, visible o no, reconocida o ignorada.
Quizá, entonces, la verdadera resistencia, en estos tiempos de distracción y violencia, consista en cultivar esa misericordia laica que tú describes: una ternura de fondo, no dependiente de la noticia o del espectáculo del dolor, sino sostenida por la simple conciencia de nuestra radical vulnerabilidad compartida.
Gracias por recordármelo, y por enriquecer mi reflexión con la tuya.
A la misericordia día a día. En mí y en todo. La compasión es reacción a un hecho u acto. La misericordia - laica- es un estado de ser.
Rosa, muchísimas gracias por tu lectura atenta y por tu comentario, que me parece luminoso y evocador.
La distinción que planteas entre compasión y misericordia abre una interesante senda de pensamiento: la compasión, como dices, nace como respuesta —un estremecimiento ante el dolor ajeno, una vibración inmediata del alma—, mientras que la misericordia, en su dimensión más profunda, se revela como un estado del ser, una disposición íntima que no necesita del acontecimiento para existir, porque se ha instalado en la raíz misma de la mirada hacia el mundo.
En mi texto quise ahondar en cómo a veces la reacción compasiva se despierta ante lo concreto y próximo, pero no logra cuajar en esa misericordia —si puedo tomar tu palabra— que sería un amor silencioso y continuo hacia toda fragilidad, visible o no, reconocida o ignorada.
Quizá, entonces, la verdadera resistencia, en estos tiempos de distracción y violencia, consista en cultivar esa misericordia laica que tú describes: una ternura de fondo, no dependiente de la noticia o del espectáculo del dolor, sino sostenida por la simple conciencia de nuestra radical vulnerabilidad compartida.
Gracias por recordármelo, y por enriquecer mi reflexión con la tuya.